Dear friends,
Today I had my second chemo. As I was sitting in a chair getting those IV fluids for about six hours I had time to reflect upon some changes I have experienced in the last few weeks. Now, first things first: treatment went well and I had a fabulous nap when I came back home. Back to reflections now: cancer has brought a lot of “Aha moments.” One of the most striking ones was what pain I have experienced with this disease has taught me.
But, what is pain? What I mean by pain is both physical and mental, but today I’ll talk about physical pain specifically. The most salient form of physical pain was very strong contractions of the uterus, like those I had experienced right before delivering my babies. This pain was ongoing for hours at a time without the wonderful rest that the body provides during contractions in labor. Another pain that I felt quite frequently was a stabbing sensation on my left ovary. This pain happened without warning and would make me jump off of my seat. Another area marked by pain was between my right lung and the pleural space. When I would lie down or get up, the fluid that had built up under my lung would move and that would cause difficulty breathing and a strange pain that would go away after the liquid found its way through gravity. Fortunately, my doctor recommended a thoracentesis to remove half a gallon of fluid that had built up as a consequence of cancer. Those were probably the worst of them. During that time I also felt pain on my bladder when I needed to pee and pain on my right kidney due to some inflammation and fluid in the abdominal area.
The good thing about physical pain is that my body is telling me something and there is no way I can ignore it. When there’s pain in my body, I go the extra mile to make sure my body heals because I don’t like it. And I have to say that I do change my mind when there is a good reason to do so. Back three months ago I would have said, “I want to leave this world with all the organs I came to the world with,” and I lived by that premise. I learned to take care of myself by listening to my body. I understood what worked and did not work for my body and I made decisions to help it. I ate foods rich in iron and fibers, I quit smoking cigarettes, I quit birth control pills, I learned to use new ingredients in my cooking that were good for my body and I saw my body respond positively as I listened and made changes.
This year my body has taught me a new lesson through severe pain. My body is telling me that it cannot live with the tumors growing inside some organs. I also learned that I cannot go on living with these fluids that are spreading inside my abdomen. Even before my doctor talked to me about surgery, I had learned through the language of pain that, if I want to live, I need to let go of my uterus, my fallopian tubes, and my ovaries for sure, and I may have to let go of part of other organs that have been affected by the cancer as well. I do not know if I’ll heal. For that I need to wait, listen and pay attention. What I do know is that I’ll work on healing my body. I hope that when I feel that I’m losing it, the wise mother within emerges and rocks me until I fall asleep making me feel unconditionally loved.
Hola amig@s,
Primero que nada, quiero contarles las novedades del día. Hoy me hicieron la segunda quimioterapia. Después de recibir seis horas de fluidos intravenosos y sopa de pollo casera, vine a casa y dormí una buena siesta. Como me sentí tan recuperada y llena de energía decidí escribir un poco, para conversar acerca de algunas cosas que he aprendido a través del dolor físico que he experimentado en los últimos meses.
Una de las cosas buenas que tiene el dolor físico es que, para mi es la forma que tiene el cuerpo de decirme que hay algo que está mal, por eso no puedo ignorarlo. Cuando siento cualquier dolor tengo que ver qué es, para curarlo lo mas pronto posible y así volver a sentirme bien. Eso fue lo que me llevó a buscar ayuda médica tan pronto como tuve los primeros síntomas de lo que luego resultó ser un diagnóstico de cáncer.
Todo empezó con dolores en la zona del bajo vientre cuando iba a orinar y unas punzadas en el ovario izquierdo que me hacían saltar del asiento. Luego apareció un dolor a veces en el área del riñón derecho, otro dolor un poco mas persistente en la parte de atrás de la vesícula y un dolor en la zona del pulmón derecho cuando me acostaba y cuando me levantaba. Este último dolor prácticamente desapareció cuando me hicieron una toracocentesis, donde extrajeron dos litros de fluido de la cavidad pleural al lado del pulmón derecho.
Sin embargo, el dolor que se hizo insostenible fue en el útero. Ahí fue cuando me hospitalizaron y tuvieron que cambiarme el tratamiento, no había medicamento que me ayudara. Pero el cambio no fue sólo de remedios. También me di cuenta que para eliminar el dolor iba a tener que eliminar la causa del dolor. El tumor alojado en los ovarios y el útero había crecido y por eso me estaba causando mas dolor. En ese momento la realidad se tornó simple: quiero vivir. Si quiero vivir tengo que escuchar lo que me está diciendo el cuerpo. El cuerpo me está gritando que no puede más con el tumor, por eso es necesario sacar los órganos que han sido afectados—por supuesto que los análisis médicos confirman claramente que la histerectomía total es necesaria.
Mientras continúa el tratamiento voy a seguir encontrando momentos difíciles donde el dolor será insostenible. Durante esos instantes cuento con dos cosas que aprendí y me sirven de sostén emocional. Una fue la frase que me dijo un tío que he aprendido a querer como a un padre. Este cariño que hemos trabajado en los últimos años me ha permitido conocerlo y aprender que tenemos valores en común como la solidaridad, la lealtad a los cariños y un sentido de responsabilidad que va conectado con la forma como se conduce y toma decisiones en la vida. Mi tío, que se ha ganado mi profundo respeto y un cariño inmenso, me dijo: “Silvana, aférrate a la vida”. Esa frase ha resonado en mi porque con eso, lo que mi tío me dijo es que él me quiere ver viva, que él siente un cariño inmenso por mi y su honestidad y sinceridad me mueven el alma. La otra cosa con la que cuento es con la sabiduría de la madre interna que llevo en mi. Esa madre que sabe ser paciente, que sabe que a veces no existe el remedio que cura el dolor inmediatamente, pero tiene la paciencia de saber que a veces hay que esperar y la espera junto a alguien que sabe abrazar y sabe sentir compasión es vital. Espero, que cuando lleguen esos momentos difíciles la madre interna, sabia compañera, se acuerde de mecerme en sus brazos y decirme al oído que está conmigo hasta el final.